domingo, 15 de febrero de 2009

GUADALUPE ALEJANDRE, Un ejemplo de vida en la lucha contra el cancer


Hace 26 años el dolor por la pérdida de un hijo a consecuencia del cáncer le cambió la vida a Guadalupe Alejandre y a cientos de niños afectados por ese padecimiento. Pablito tenía leucemia, y cuando su madre acudió al Instituto Nacional de Pediatría para hacerle unos estudios, encontró a padres de familia dormidos en la banqueta esperando la hora de visita para ver a sus hijos afectados por el mismo mal.
Lupita -como la llaman los niños- entendió entonces que no era la única madre que estaba sufriendo y que el cáncer también arrebataba a las familias la posibilidad de estar en casa para cuidar a sus hijos enfermos, como ella sí podía hacerlo. Pablito murió, y después de mucho enojo, negación, preguntas y dolor por la profunda pérdida, tradujo ese sufrimiento en un objetivo: ayudar.
Y así comenzó el sueño de una mujer que entrega a muchos niños lo que en persona ya no puede dar a su hijo: amor, comodidad, atención y un hogar donde dormir y alimentarse mientras siguen en su lucha contra un fuerte enemigo a vencer: el cáncer, que este año persigue a cerca de 8 mil menores.
Con las limitaciones comunes a las que se enfrentan las organizaciones de ayuda para conseguir apoyo económico para solventar su sueño, Guadalupe consiguió un predio en una zona cercana al centro de la ciudad, donde instalaron algunos cuartos con mucho colorido -dice ella-, "pero no era lo que queríamos para los pequeños y sus familias". El sueño siguió en su mente hasta alcanzarlo, hace unos años. Ahora una "granja" es el hogar de quienes viajan hasta 20 horas para someterse a una quimioterapia en centros hospitalarios de tercer nivel ubicados en el Distrito Federal.
La Asociación Mexicana de Ayuda para Niños con Cáncer (AMANC) es un refugio para el dolor; es un hogar para quien salió de su casa hace meses y no sabe cuándo esta enfermedad va a ceder y lo dejará regresar; es un apoyo para aquellas madres que por cuidar a sus hijos fueron abandonadas por sus esposos o compañeros.
"Pocos aguantan que la mujer se vaya de la casa de tres a cinco años, en los que el pequeño permanece en tratamiento; atender a los hijos con este mal es prácticamente una tarea que la sociedad entregó a las mujeres", lamenta Lupita.
No es fácil que la gente se solidarice con el sufrimiento que genera el cáncer en las familias, pero a base de tesón, empeño y mucha entrega, los miembros de AMANC, dirigidos por Lupita, se han instalado en otros 20 estados de la República. Aunque no en todo el país hay hospitales totalmente equipados para atender a niños y adolescentes afectados por este padecimiento, sí hay instalaciones de salud donde le pueden dar continuidad a su tratamiento, y ellos ya no están tan lejos de sus comunidades.
Una de las grandes preocupaciones de AMANC es que los menores no abandonen el tratamiento, ya que de eso depende que 70% de ellos se recupere. Por eso, la gran misión de Lupita y su equipo es: "Que ningún mexicano menor de 20 años con cáncer, de escasos recursos económicos y sin seguridad social, carezca de los apoyos óptimos para superarlo".

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